
En el territorio disputado de Jammu y Cachemira, ocupado por la India, ocurrió un trágico incidente el 22 de abril de 2025 en Pahalgam. India culpó inmediatamente a Pakistán de lo que calificó de «ataque terrorista», sin presentar pruebas ni realizar una investigación. La rapidez y la forma en que India acusó al país plantearon serias preocupaciones sobre la naturaleza y la intención del incidente. Pakistán cree que se trató de otra «operación de bandera falsa» organizada por India —una lamentable práctica que ha surgido en los últimos años— diseñada para difamar a Pakistán y crear un pretexto para una acción militar agresiva.
Desde el principio, Pakistán condenó enérgicamente el incidente de Pahalgam, expresó sus más sinceras condolencias a las familias de las víctimas y dejó clara su postura: Pakistán denuncia el terrorismo en todas sus formas y manifestaciones. Como país que ha sufrido enormemente el flagelo del terrorismo —con la pérdida de decenas de miles de vidas y soportando inmensos costos económicos y sociales—, Pakistán se ha opuesto constantemente al extremismo. Resulta moral y lógicamente incoherente acusar a Pakistán de patrocinar los mismos actos que ha combatido durante tanto tiempo dentro de sus propias fronteras.
Pakistán propuso de inmediato una investigación independiente, transparente e imparcial sobre el incidente, bajo los auspicios de una institución internacional. Se ofreció plena cooperación a la India y a la comunidad internacional. Sin embargo, la India decidió no responder a este llamado a la neutralidad y la justicia. En cambio, rechazó la idea de una investigación independiente, sugiriendo que no tenía un interés real en descubrir la verdad.
Sin embargo, la comunidad internacional comprendió la narrativa india. Numerosos países y observadores internacionales rechazaron las acusaciones indias, alegando la ausencia de pruebas creíbles y la precipitación con la que se culpó a los responsables. Este giro diplomático representó una importante victoria moral y política para Pakistán. Reafirmó la fe mundial en los principios de justicia y debido proceso, y respaldó la arraigada exigencia pakistaní de resolver los conflictos mediante el diálogo y mecanismos imparciales.
Sin embargo, las acciones posteriores de la India hicieron añicos cualquier esperanza de moderación. El 7 de mayo de 2025, India lanzó una ofensiva militar masiva contra Pakistán. Los ataques fueron indiscriminados y se dirigieron deliberadamente contra la población civil, lugares de culto e infraestructuras hídricas críticas. Entre los muertos había niños, bebés y ancianos. Comunidades enteras quedaron devastadas. Estos actos, dirigidos contra civiles y lugares religiosos, no solo constituyen una violación del derecho internacional, sino también crímenes de guerra. Las acciones de la India violaron claramente la Carta de las Naciones Unidas, la Convención de Ginebra y las normas universalmente aceptadas de derechos humanos.
A pesar de las graves provocaciones y el inmenso sufrimiento humano, Pakistán actuó con serenidad y responsabilidad. En lugar de tomar represalias precipitadas, Pakistán llevó el asunto a la comunidad internacional, informando a las capitales e instituciones mundiales de la flagrante agresión de la India y sus consecuencias humanitarias. Pakistán exigió una intervención urgente para detener el derramamiento de sangre e instó a los líderes mundiales a ejercer su influencia para detener el peligroso camino de la India.
Mientras el mundo observaba y deliberaba, India continuó su agresión. Ignoró los llamados internacionales e intensificó sus ataques. Pero Pakistán, fiel a sus valores y responsabilidades como Estado pacífico y maduro, ejerció paciencia y moderación. Como potencia nuclear, Pakistán es profundamente consciente de las catastróficas consecuencias que podría acarrear una escalada desenfrenada entre dos vecinos con armas atómicas. Nuestro gobierno aprovechó al máximo la diplomacia para imponerse.
Sin embargo, ninguna nación puede permanecer pasiva indefinidamente mientras se viola su soberanía y se masacra a sus ciudadanos. Tras agotar todas las vías diplomáticas, Pakistán ejerció su derecho a la legítima defensa amparado en el Artículo 51 de la Carta de las Naciones Unidas. El 10 de mayo, Pakistán lanzó una respuesta militar cuidadosamente calibrada, precisa y proporcionada. La operación duró solo unas horas y su alcance fue deliberadamente limitado. Los objetivos militares se seleccionaron con precisión quirúrgica. Se evitaron explícitamente zonas civiles, lugares de culto, infraestructura económica e instalaciones no militares. El objetivo no era causar destrucción, sino transmitir un mensaje claro: Pakistán busca la paz, pero no permitirá que la agresión quede sin respuesta.
Esta respuesta limitada y simbólica reafirmó el compromiso de Pakistán con los principios del derecho internacional, las Convenciones de Ginebra y la dignidad humana fundamental. Al atacar únicamente instalaciones militares y minimizar las bajas, Pakistán demostró su disciplina estratégica y claridad moral. La comunidad internacional fue testigo de esta respuesta mesurada y, una vez más, reconoció la conducta responsable de Pakistán ante una grave provocación. Esto marcó otro éxito diplomático y moral para Islamabad.
Tras la respuesta calibrada de Pakistán, se iniciaron intensas negociaciones internacionales. Estados Unidos, desempeñando un papel constructivo, ayudó a mediar un alto el fuego. El presidente Donald Trump, conocido por su aversión a las guerras prolongadas y su preferencia por la negociación, ofreció ser anfitrión de las conversaciones de paz. La participación diplomática de su administración fue fundamental para evitar una mayor escalada. Se espera que, con esta renovada atención internacional, la disputa de Cachemira —que lleva tiempo enconándose y es la causa principal de la inestabilidad regional— pueda abordarse de conformidad con las resoluciones pertinentes del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas.
Pakistán siempre ha abogado por una solución pacífica del conflicto de Cachemira mediante el diálogo y la diplomacia. Creemos que las aspiraciones del pueblo cachemir deben respetarse y que no se puede lograr una paz duradera en el sur de Asia sin atender sus legítimas reivindicaciones. El ciclo de violencia, represión y agresión militar debe terminar.
Estamos profundamente agradecidos a los países que apoyaron a Pakistán durante esta crisis. China, como siempre, brindó un apoyo político y diplomático inquebrantable. Turquía, Irán, Arabia Saudita, Qatar, Bangladesh, Emiratos Árabes Unidos, Azerbaiyán y varias otras naciones expresaron su solidaridad con el llamado de Pakistán a la paz, la justicia y la coexistencia. Su apoyo refleja un compromiso compartido con el derecho internacional y la causa más amplia de la estabilidad regional.
Esta no es solo una victoria para Pakistán. Es una victoria de la diplomacia sobre la guerra, de la verdad sobre la propaganda y de la paz sobre la agresión. Es un momento de esperanza para el sur de Asia, donde 1.800 millones de personas merecen un futuro libre de la sombra del conflicto.
El gobierno de Pakistán reafirma su compromiso con la paz, la justicia y la coexistencia. Creemos que la prosperidad de la región reside en la cooperación, no en la confrontación. Estamos dispuestos a entablar un diálogo sincero con todas las partes interesadas, siempre que se base en el respeto mutuo, la legalidad internacional y la voluntad del pueblo de Cachemira.
India debe abandonar su política de negación y agresión. El uso de operaciones de bandera falsa y narrativas inventadas para justificar la guerra es peligroso e irresponsable. Si India aspira a ser vista como una potencia global responsable, debe actuar como tal: participando en un diálogo constructivo, respetando los derechos humanos y cumpliendo con sus obligaciones internacionales.
Que este momento sea un punto de inflexión, no sólo en la historia de las relaciones entre Pakistán y la India, sino en el viaje colectivo del sur de Asia hacia la paz y la prosperidad.
Fuente https://gsrra.com/2025/05/12/pakistans-responsible-response-to-indian-aggression/
Acerca del autor

Zamir Ahmed Awan
Prof. Ing. Zamir Ahmed Awan, Presidente Fundador de GSRRA, Sinólogo, Diplomático, Editor, Analista, Asesor, Consultor del Centro de Investigación para la Cooperación Económica y Comercial del Sur Global y Miembro No Residente del CCG.