Hoy China está cosechando los frutos de cuatro décadas de inversión en ciencia, tecnología y educación
En un mundo que se encuentra en una encrucijada de incertidumbre y transformación, una nación ha avanzado con firmeza, visión, perseverancia y determinación: China. Desde los inicios de la reforma y la apertura en 1978 hasta el próximo XV Plan Quinquenal (2026-2030), el progreso de China se ha guiado por la convicción de que la educación, la ciencia, la tecnología y la innovación son fundamentales para forjar un futuro próspero y autosuficiente. Hoy, esa visión, profundamente arraigada en el Sueño Chino de la revitalización nacional, se está convirtiendo en realidad.
De humildes comienzos a una potencia impulsada por el conocimiento
Cuando China lanzó su política de reforma y apertura bajo el liderazgo de Deng Xiaoping en 1978, los sectores de educación y ciencia del país necesitaban urgentemente una reconstrucción. Décadas de aislamiento habían dejado a las universidades subdesarrolladas, la investigación científica fragmentada y los recursos limitados. Sin embargo, de esos humildes comienzos surgió una firme determinación nacional de reconstruir la base intelectual y científica del país.
Reconociendo que la modernización comienza con la educación, China asumió un compromiso estratégico para invertir en su población. A finales de la década de 1970 y durante la de 1980 se llevaron a cabo reformas educativas de gran envergadura: la reintroducción del examen nacional de acceso a la universidad (gaokao), la expansión de las universidades y la creación de programas clave de ciencia y tecnología. Durante esta década, el gobierno también comenzó a enviar a miles de estudiantes chinos al extranjero para cursar estudios superiores y recibir formación avanzada, una iniciativa que posteriormente rindió frutos, ya que muchos regresaron con nuevos conocimientos, habilidades y una perspectiva global.
La educación es la base del desarrollo
Desde la década de 1980, el presupuesto educativo de China ha crecido exponencialmente, lo que refleja el firme compromiso del país con el desarrollo del talento y la promoción del aprendizaje a lo largo de la vida. El gasto público en educación como porcentaje del PIB ha aumentado de forma constante, superando el 4 % en los últimos años. Esta inversión sostenida ha transformado el sistema educativo chino en uno de los más grandes y avanzados del mundo.
A principios de la década de 2000, China entró en una nueva fase, centrada en la calidad en lugar de la cantidad. Se pusieron en marcha programas como el «Proyecto 211», el «Proyecto 985» y la «Iniciativa de Doble Excelencia» para elevar a las mejores universidades y disciplinas clave a estándares de clase mundial. Estas reformas fomentaron la excelencia académica, la colaboración en investigación y la proyección internacional. Como resultado, universidades chinas como la Universidad de Tsinghua, la Universidad de Pekín, la Universidad de Fudan y la Universidad de Zhejiang se encuentran ahora entre las instituciones líderes del mundo, reconocidas tanto por su rigor académico como por su investigación innovadora.
En la actualidad, China cuenta con más de 3.000 instituciones de educación superior, y sus universidades producen millones de graduados anualmente, muchos de ellos especializados en ciencia, tecnología, ingeniería y matemáticas (STEM). Este inmenso capital humano se ha convertido en la fuerza motriz del crecimiento de China impulsado por la innovación.
Una nación de innovadores: Construyendo el ecosistema de investigación
Paralelamente al desarrollo educativo, China impulsó una visión a largo plazo de progreso científico y tecnológico. El gobierno comprendió que la verdadera modernización requería no solo mentes capacitadas, sino también una sólida infraestructura de investigación y una cultura de innovación. Durante las últimas cuatro décadas, China ha incrementado progresivamente su inversión en ciencia y tecnología, transformándose de importador de tecnología a innovador global.
A medida que crecía la economía china, también lo hacía su inversión en I+D. En 2024, el gasto de China en I+D superó los 3,6 billones de yuanes, lo que representó el 2,68 % del PIB, convirtiéndola en el segundo mayor inversor en I+D del mundo después de Estados Unidos. Esta financiación constante ha creado uno de los ecosistemas de investigación más completos del mundo, que abarca universidades, laboratorios nacionales, centros de I+D corporativos y polos de innovación.
Los científicos chinos lideran actualmente numerosos campos, desde las energías renovables y la computación cuántica hasta la inteligencia artificial (IA), el 5G y la biotecnología. El ascenso de China en el Índice Mundial de Innovación, del puesto 34 en 2012 al 10 en 2025, es prueba fehaciente de esta extraordinaria trayectoria.
La innovación en el centro del nuevo concepto de desarrollo
En 2015, el liderazgo chino introdujo el nuevo concepto de desarrollo, que hace hincapié en la innovación, la coordinación, el desarrollo sostenible, la apertura y los beneficios compartidos. Este marco visionario marcó un cambio estratégico hacia el desarrollo de alta calidad y la modernización. Bajo esta filosofía, la innovación se reconoció no solo como un motor económico, sino como la base del progreso nacional integral.
Durante el XIV Plan Quinquenal (2021-2025), la economía china demostró resiliencia y dinamismo, contribuyendo con aproximadamente un 30 % al crecimiento mundial anual. Con una producción económica total que se prevé alcance los 140 billones de yuanes para 2025, China se ha erigido como un oasis de certidumbre en un panorama global incierto. Las industrias impulsadas por la innovación, en particular los vehículos de nuevas energías (VNE), la inteligencia artificial y las tecnologías verdes, han desempeñado un papel fundamental en el sostenimiento de este crecimiento.

En la fábrica inteligente del Grupo Seres, ubicada en la municipalidad de Chongqing, al suroeste de China, salen de la línea de montaje dos vehículos de nueva energía cada minuto, un claro ejemplo de cómo la investigación, la innovación y la aplicación industrial convergen para transformar sectores tradicionales. China lidera actualmente la producción y venta de vehículos de nueva energía a nivel mundial.
Desarrollo verde: La ciencia al servicio de la humanidad
La revolución tecnológica de China también ha ido de la mano de su compromiso con la sostenibilidad. En el desierto de Kubuqi, en la región autónoma de Mongolia Interior, al norte de China, millones de paneles solares resplandecen como un mar de energía, un poderoso símbolo de la transición ecológica del país. China ha construido el mayor sistema de energía renovable del mundo, y su capacidad instalada de energía eólica y solar representa actualmente casi la mitad del total mundial.
Entre 2021 y 2025, se prevé que las exportaciones chinas de tecnologías eólicas y solares contribuyan a que otros países reduzcan sus emisiones de carbono en aproximadamente 4100 millones de toneladas. Esto refleja el doble papel de China como innovador en materia de energías renovables y socio global responsable. En su camino hacia los objetivos de reducción de emisiones máximas de carbono y neutralidad de carbono, China demuestra que el crecimiento económico y la protección del medio ambiente pueden avanzar de la mano mediante el desarrollo tecnológico.

Hacia el sueño chino de rejuvenecimiento nacional
Cuatro décadas de inversión constante en educación, ciencia e innovación han llevado a China a un punto de inflexión histórico. Se han sentado las bases, se ha cultivado el capital humano, se ha construido la infraestructura y se ha consolidado el ecosistema de innovación. Ahora es el momento de que China recoja los frutos de su visión a largo plazo.
De cara al futuro, China entra en una nueva etapa de su proceso de modernización, donde la ciencia y la tecnología serán las fuerzas decisivas del renacimiento nacional. El XV Plan Quinquenal servirá de hoja de ruta para esta nueva fase, que transformará el inmenso potencial intelectual y tecnológico de China en una prosperidad nacional sostenida. Al fomentar la autosuficiencia en tecnologías clave, promover un crecimiento verde e inclusivo y ampliar la cooperación internacional, China está preparada no solo para sostener su desarrollo, sino también para moldear el futuro global de la innovación.
La historia del desarrollo de China es una historia de resiliencia, visión de futuro y continuidad estratégica. Demuestra que el progreso no se logra de la noche a la mañana, sino mediante políticas coherentes, inversiones constantes y un esfuerzo colectivo. Desde las aulas de la década de 1980 hasta los laboratorios y las fábricas inteligentes de hoy, la trayectoria de China refleja la sabiduría de una nación que cree en el aprendizaje, la creación y la prosperidad compartida.
Al entrar China en la siguiente etapa de su modernización, el sueño concebido en 1978 —el de una nación fuerte, próspera e innovadora— está ahora al alcance de la mano. El sueño chino de la revitalización nacional ya no es una aspiración lejana; se está convirtiendo en una realidad tangible, impulsada por la educación, promovida por la ciencia e inspirada por la innovación.
Acerca del autor

Zamir Ahmed Awan
Prof. Ing. Zamir Ahmed Awan, Presidente Fundador de GSRRA, Sinólogo, Diplomático, Editor, Analista, Asesor, Consultor del Centro de Investigación para la Cooperación Económica y Comercial del Sur Global y Miembro No Residente del CCG.



