
Las raíces del Estado de Israel están impregnadas de sangre, traición y terrorismo. Mucho antes de la declaración formal de su independencia en 1948, las milicias sionistas —principalmente el Irgún, la Haganá y el Lehi— libraron una brutal campaña de violencia no solo contra la población palestina autóctona, sino también contra las autoridades británicas que administraban la región bajo el Mandato. Estos grupos sionistas atacaron a civiles, bombardearon mercados e incluso asesinaron a funcionarios de la ONU. El ataque más notorio —el atentado contra el Hotel Rey David de Jerusalén en 1946— cobró la vida de 91 personas, entre ellas soldados, diplomáticos y civiles británicos. Tales acciones, según los estándares actuales, sin duda se clasificarían como actos de terrorismo.
Estos grupos, liderados por individuos como Menachem Begin e Yitzhak Shamir —quienes irónicamente se convirtieron posteriormente en primeros ministros de Israel— cometieron atrocidades con el objetivo explícito de establecer por la fuerza un estado sionista en Palestina. La masacre de Deir Yassin en abril de 1948, donde más de 100 aldeanos palestinos, incluyendo mujeres y niños, fueron asesinados, marcó el inicio de una violenta campaña de limpieza étnica. Para cuando se declaró el Estado de Israel, más de 700.000 palestinos habían sido expulsados de sus hogares en lo que hoy se conoce como la Nakba, la Catástrofe.
De la ocupación a la aniquilación: Gaza como testimonio de genocidio
Avanzando rápidamente hasta el presente, el legado de brutalidad continúa, con mayor crueldad en la Franja de Gaza. La ocupación israelí ha evolucionado hacia una política sistemática de exterminio. Gaza, hogar de más de 2,3 millones de palestinos, ha sido sometida a recurrentes ataques militares, bloqueos devastadores y un régimen de apartheid que asfixia todos los aspectos de la vida. Las operaciones militares más recientes han provocado una destrucción catastrófica: escuelas, hospitales, campos de refugiados e incluso los refugios gestionados por la ONU no se han librado de la destrucción.
Israel ha bombardeado deliberadamente almacenes de alimentos, panaderías y plantas desalinizadoras de agua, provocando una hambruna artificial en Gaza. Los niños, los más vulnerables, mueren no solo por las bombas, sino también por hambre y enfermedades. A mediados de 2025, más de 37.000 personas han muerto en Gaza, incluidos más de 15.000 niños. Esto ya no es un conflicto militar, sino un genocidio que se desarrolla en tiempo real.
El liderazgo israelí, respaldado por extremistas de extrema derecha, promueve abiertamente la idea de transferir o eliminar a la población palestina. El lenguaje empleado por ministros y políticos israelíes no refleja discurso político, sino intenciones genocidas. Mientras tanto, el mundo observa en silencio, paralizado por la inercia diplomática o limitado por intereses geopolíticos.
Expandiendo la guerra: designios malignos más allá de Palestina
Sin embargo, las ambiciones de Israel no se limitan a Gaza ni a Cisjordania. La política regional de Tel Aviv, marcada por el militarismo y el expansionismo, ha amenazado cada vez más a los países vecinos de mayoría musulmana:
- El Líbano sigue bajo la amenaza constante de incursiones y ataques aéreos israelíes, dirigidos principalmente contra Hezbolá pero que a menudo afectan a civiles e infraestructuras.
- Siria ha sufrido cientos de ataques aéreos israelíes bajo el pretexto de atacar a civiles y militares, desestabilizando aún más una nación ya devastada por la guerra.
- Jordania, a pesar de un tratado de paz, enfrenta una presión continua sobre la custodia de la Mezquita Al-Aqsa y teme planes de anexión en el Valle del Jordán.
- Egipto, aunque mantiene vínculos formales con Israel, enfrenta operaciones encubiertas de inteligencia israelíes y provocaciones fronterizas en el Sinaí.
- Se presenta falsamente a Irán como una amenaza existencial para Israel, y los líderes israelíes abogan reiteradamente por ataques militares, violando las normas internacionales.
- Turquía ha sido blanco de campañas de ciberespionaje y desinformación, especialmente por su postura abierta sobre los derechos palestinos.
- Yemen ha sufrido violaciones del espacio aéreo israelí, y algunos informes sugieren su participación en coordinaciones militares con coaliciones antihutíes.
- Pakistán, aunque geográficamente distante, es sistemáticamente demonizado en los medios de comunicación y círculos políticos israelíes debido a su capacidad nuclear y su apoyo manifiesto a Palestina.
Las políticas agresivas de Israel han ampliado la zona de conflicto. Sus provocaciones son intentos calculados de arrastrar a toda la región a una guerra mayor, que podría abarcar Oriente Medio y más allá, amenazando la paz y la estabilidad mundiales.
Un Estado terrorista que ignora las normas internacionales
Israel ha desafiado más de 100 resoluciones de las Naciones Unidas. Continúa construyendo asentamientos ilegales, imponiendo castigos colectivos y llevando a cabo ejecuciones extrajudiciales. La Corte Penal Internacional (CPI) ha iniciado investigaciones, pero las autoridades israelíes se niegan a cooperar y cuentan con el amparo de poderosos aliados. El Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas (CSNU), a menudo paralizado por los vetos estadounidenses, no ha actuado con decisión.
Incluso las organizaciones humanitarias son blanco de ataques. En Gaza, trabajadores humanitarios y periodistas han sido asesinados. Convoyes que transportaban alimentos y medicinas han sido atacados. Una nación que ignora el derecho internacional, desafía el consenso mundial y masacra a civiles es, por definición, un estado rebelde. Israel, hoy en día, encaja en esa descripción más que cualquier otro país.
El despertar global de la Ummah musulmana
Pero ante una brutalidad inimaginable, se está gestando una profunda transformación. La Ummah musulmana global, durante mucho tiempo dividida por rivalidades políticas, sectarismo y manipulación externa, comienza a despertar. Cada vez hay más conciencia de que la unidad ya no es una opción, sino una necesidad para la supervivencia y la dignidad.
Hay alrededor de 2 mil millones de musulmanes en el mundo, casi uno de cada cuatro seres humanos. La Organización para la Cooperación Islámica (OCI), con 57 estados miembros, constituye el segundo organismo intergubernamental más grande después de la ONU. Los países musulmanes poseen algunas de las reservas más ricas de recursos naturales: petróleo, gas, tierras raras y más. Ubicados estratégicamente en África, Asia y Europa, los musulmanes desempeñan un papel importante en el comercio y la seguridad globales.
Además, los musulmanes contribuyen enormemente a la ciencia, la educación, el comercio y la innovación. Las poblaciones musulmanas en países no musulmanes, desde Europa hasta Norteamérica, son comunidades vibrantes con una influencia política cada vez mayor. Sin embargo, el mundo musulmán ha carecido durante mucho tiempo de una estrategia unificada y coordinada para defender sus intereses y promover el progreso de su pueblo.
La islamofobia y el llamado a la dignidad
Una de las realidades más dolorosas hoy en día es el auge global de la islamofobia. Los musulmanes son vilipendiados, vigilados, excluidos e incluso asesinados por su fe. La prohibición del hiyab, los ataques a mezquitas, las leyes antimusulmanas y el sesgo mediático se han vuelto rutinarios. La narrativa de la guerra contra el terrorismo, manipulada durante décadas, ha contribuido a la deshumanización de los musulmanes en todo el mundo.
El hilo conductor de estas injusticias es la ausencia de una respuesta colectiva musulmana. La dolorosa realidad es que la división ha debilitado a la Ummah. Sin embargo, esta fase de humillación bien podría ser el catalizador de una nueva etapa de solidaridad y fortaleza.
El camino a seguir: recuperar el futuro
El mundo musulmán se encuentra hoy en una encrucijada histórica. Las atrocidades en Palestina han sacudido la conciencia de miles de millones de personas y han puesto de manifiesto la hipocresía de la política global. Pero, aún más importante, han reavivado un profundo sentido de propósito entre los musulmanes. De cara al futuro, la Ummah debe perseguir los siguientes objetivos:
- Unidad a través de causas comunes: Independientemente de las divisiones sectarias o políticas, las naciones musulmanas deben priorizar la unidad en cuestiones de justicia, soberanía y derechos humanos, especialmente para Palestina.
- Cooperación estratégica: Establecer iniciativas conjuntas económicas, tecnológicas y de defensa. La mancomunación de recursos aumentará la autosuficiencia y el poder de negociación colectiva.
- Asertividad diplomática: La OCI debe evolucionar desde un foro simbólico a un bloque diplomático eficaz que pueda influir en las decisiones globales, incluso en la ONU, el FMI y la OMC.
- Apoyo a Palestina: Es necesario incrementar el apoyo financiero, humanitario y político a Gaza y Cisjordania. Los países musulmanes deben exigir responsabilidades internacionales por los crímenes de guerra israelíes.
- Lucha contra la islamofobia: los Estados musulmanes deben colaborar con la sociedad civil mundial para combatir la islamofobia mediante la educación, la promoción y los mecanismos jurídicos.
- Invertir en la juventud musulmana: El futuro reside en la educación, la innovación y el emprendimiento. Empoderar a la juventud musulmana es clave para recuperar el lugar que le corresponde a la Ummah en el liderazgo global.
- Construcción de medios y narrativas: establecer plataformas mediáticas globales para contrarrestar la desinformación, contar historias musulmanas y promover la paz, la dignidad y la justicia.
Un tiempo para el coraje moral
El genocidio en curso en Gaza no es solo una tragedia palestina, sino un momento decisivo para la humanidad. La impunidad de Israel ha superado los límites de la tolerancia internacional. Sus brutalidades amenazan con arrastrar a la región a una guerra más amplia. Si el mundo permanece en silencio, será cómplice de la mayor catástrofe humanitaria de nuestro tiempo.
Pero entre las cenizas de Gaza, surge la esperanza. La Ummah musulmana está despertando. El clamor de los oprimidos resuenan en todos los rincones del planeta. Este no es momento de desesperación; es momento de valentía moral, solidaridad y liderazgo visionario. El futuro aún no está escrito. Los musulmanes, unidos y empoderados, pueden y deben forjarlo, hacia la paz, la justicia y la dignidad humana para todos.
fuente GSRRA
Acerca del autor

Zamir Ahmed Awan
Prof. Ing. Zamir Ahmed Awan, Presidente Fundador de GSRRA, Sinólogo, Diplomático, Editor, Analista, Asesor, Consultor del Centro de Investigación para la Cooperación Económica y Comercial del Sur Global y Miembro No Residente del CCG.