
El 3 de julio de 2025, se produjo un momento crucial en la evolución geopolítica de Asia Meridional y Central. La Federación Rusa reconoció oficialmente al gobierno talibán de Afganistán, convirtiéndose en el primer país del mundo en hacerlo. Este avance diplomático no solo marca un cambio radical en la postura de política exterior de Moscú, sino que también abre la puerta a un marco regional más estable e interconectado, que prioriza el pragmatismo sobre la ideología, el compromiso sobre el aislamiento y la cooperación sobre la confrontación.
El reconocimiento surge tras una serie de medidas calculadas y visionarias adoptadas por Rusia en los últimos años. En abril de 2025, el Tribunal Supremo ruso levantó la designación de «terrorista» impuesta previamente a los talibanes. Este hito legal señaló la clara intención de Moscú de normalizar las relaciones con Kabul. En julio de 2024, el presidente Vladimir Putin describió a los talibanes como «aliados en la lucha contra el terrorismo», especialmente contra la amenaza de ISIS-K (Estado Islámico en la Provincia de Jorasán), que ha atacado brutalmente tanto a Afganistán como a Rusia. El ministro de Asuntos Exteriores ruso, Serguéi Lavrov, también enfatizó la necesidad de una «política pragmática, no ideologizada» para abordar la nueva realidad en Afganistán. Hoy, ese enfoque pragmático ha madurado hasta convertirse en un reconocimiento formal, basado en intereses mutuos y visión estratégica.
Un panorama geopolítico cambiado después de 2021
Desde la retirada estadounidense de Afganistán en agosto de 2021, la región ha experimentado una transformación significativa. El repentino vacío dejado por las fuerzas de la OTAN generó incertidumbre, pero también oportunidades. Mientras algunos países adoptaron una política de espera, otros, como Rusia, comenzaron a recalibrar discretamente su postura. El regreso de los talibanes al poder no fue solo un cambio interno, sino un punto de inflexión geopolítico.
Para Rusia, la evolución del panorama político afgano conlleva tanto desafíos como potencial. Moscú recuerda el doloroso legado de la guerra soviético-afgana de la década de 1980, que contribuyó a la disolución de la URSS. Sin embargo, bajo el liderazgo actual, Rusia ha demostrado madurez y capacidad para superar el pasado. Lo que importa ahora es la paz regional, la cooperación económica y la lucha contra amenazas comunes como el terrorismo y el narcotráfico.
Los intereses estratégicos y la influencia regional de Rusia
Al reconocer al gobierno talibán, Rusia se posiciona como un actor central en la definición del futuro de Afganistán y, por extensión, del futuro de la región en su conjunto. Este reconocimiento no es un gesto romántico; es una maniobra diplomática calculada, basada en intereses nacionales y regionales.
En primer lugar, la posición geográfica de Afganistán lo convierte en un potencial centro de conectividad entre Asia Central, Asia Meridional y Oriente Medio. Rusia ya está sentando las bases para utilizar Afganistán como ruta de tránsito para los recursos energéticos que se dirigen al Sudeste Asiático. La normalización de las relaciones facilita la inversión, el desarrollo de infraestructuras y los vínculos comerciales, fundamentales para la reactivación económica regional.
En segundo lugar, la seguridad sigue siendo una preocupación acuciante. Afganistán comparte fronteras con varias repúblicas de Asia Central, la esfera de influencia tradicional de Rusia. Un Afganistán inestable amenaza con exportar el extremismo y los flujos de refugiados. Un Afganistán estable y comprometido, por otro lado, se convierte en un baluarte contra ideologías radicales y grupos terroristas transnacionales como el ISIS-K. Moscú ve en los talibanes no solo una potencia gobernante, sino un socio potencial para garantizar la seguridad regional.
Las realidades de Afganistán: el reconocimiento como camino hacia la recuperación
Desde la perspectiva afgana, el reconocimiento de Rusia es un rayo de esperanza. Desde 2021, el gobierno talibán se ha enfrentado al aislamiento internacional, a sanciones devastadoras y a una economía devastada. Miles de millones de dólares en activos del banco central de Afganistán permanecen congelados en capitales occidentales. Sin un reconocimiento formal, el gobierno afgano no ha podido acceder a los sistemas financieros internacionales ni entablar negociaciones diplomáticas en igualdad de condiciones.
A pesar de los desafíos, los talibanes han logrado restablecer cierto grado de ley y orden en todo el país. Se ha evitado la guerra civil, la violencia a gran escala ha disminuido y se ha restablecido la gobernanza básica. Es cierto que existe un amplio margen de mejora, especialmente en materia de derechos humanos, educación e inclusión. Sin embargo, el proceso de construcción del Estado es inherentemente complejo y gradual. Aislar a los talibanes no ha dado resultados; dialogar con ellos sí podría.
La decisión de Rusia probablemente animará a otros países a seguir su ejemplo. China ya mantiene estrechas relaciones de trabajo con las autoridades talibanes. Si los vecinos inmediatos de Afganistán —incluidos China, Irán, Pakistán y las repúblicas de Asia Central— reconocen al gobierno talibán, marcará un punto de inflexión. El siguiente paso natural podría ser el reconocimiento colectivo de la Organización para la Cooperación Islámica (OCI), compuesta por 57 miembros, lo que otorgaría legitimidad y abriría vías para la ayuda humanitaria, la asistencia técnica y la financiación del desarrollo.
Contrarrestando los designios geopolíticos occidentales
Occidente, en particular Estados Unidos, mantiene un gran interés en Afganistán. Abundan las especulaciones sobre el futuro de instalaciones estratégicas como la Base Aérea de Bagram. Estados Unidos tiene objetivos de larga data en la región: vigilar a Irán, contener a Rusia y China, y controlar su influencia en Asia Central. No se puede descartar la posibilidad de que los talibanes, agobiados por el colapso económico, ofrezcan acceso a bases estadounidenses a cambio de reconocimiento o alivio de las sanciones.
Tal escenario alteraría radicalmente el equilibrio de poder en la región y reviviría la era de la política de poder en Afganistán. Por ello, es imperativo que los actores regionales actúen con rapidez. El reconocimiento diplomático por parte de Rusia es una medida de protección: fortalece la soberanía de Afganistán, le ofrece opciones y minimiza la posibilidad de que caiga bajo la presión unilateral de Occidente.
La madurez diplomática y la visión de futuro de Rusia
La evolución del enfoque de Moscú hacia Afganistán refleja un patrón más amplio en la política exterior rusa: compromiso proactivo, autonomía estratégica y diplomacia multipolar. Desde Siria hasta África, y ahora en el sur y centro de Asia, Rusia ha demostrado su disposición a desafiar la ortodoxia occidental, a la vez que aboga por soluciones locales a los problemas locales.
Rusia comprende que la paz en Afganistán no es solo una necesidad afgana, sino un requisito previo para la seguridad del territorio euroasiático. A Moscú le interesa estabilizar su periferia sur, fomentar el comercio regional e impedir la reintroducción militar occidental. La transformación de Afganistán en un estado neutral, pacífico y económicamente viable se alinea perfectamente con los objetivos estratégicos de Rusia.
Un llamado a un compromiso constructivo
El camino a seguir reside en el diálogo, no en los dictados. Con el reconocimiento ya establecido, Rusia y Afganistán pueden fortalecer su cooperación en áreas como la lucha contra el terrorismo, el control de narcóticos, la seguridad fronteriza, la educación y el intercambio cultural. La experiencia de Rusia en gobernanza, desarrollo de infraestructuras y energía puede contribuir significativamente a la recuperación de Afganistán.
Además, los canales diplomáticos ofrecen un mecanismo para abordar las preocupaciones. Ya se trate de los derechos de las mujeres, la gobernanza inclusiva o la educación, estos asuntos pueden y deben plantearse mediante diálogos formales. El reconocimiento no implica la aprobación de todas las políticas, sino reconocer la realidad y optar por la interacción en lugar del distanciamiento.
Un paso hacia la paz regional
El reconocimiento por parte de Rusia del gobierno talibán es más que una formalidad diplomática: es una señal al mundo de que ha llegado el momento de encontrar soluciones regionales constructivas. Afganistán debe tener la oportunidad de recuperarse. Debe ser tratado como una nación soberana, no como un peón geopolítico.
Esta audaz acción de Moscú podría inspirar a otros países a replantearse sus posturas. Si el reconocimiento se convierte en tendencia, Afganistán tendrá más oportunidades de forjar un futuro independiente y pacífico. La visión es clara: un Afganistán estable, que coopere con sus vecinos, se integre al comercio regional y contribuya a la prosperidad de la región en su conjunto.
En una época de alianzas cambiantes, conflictos en curso como la guerra entre Irán e Israel, e incertidumbre global, una verdad permanece: la paz regional comienza con la propiedad regional. El liderazgo de Rusia al reconocer a los talibanes es un primer paso encomiable. Ahora les toca a otros seguir su ejemplo, no solo por el bien de Afganistán, sino por la promesa de una Eurasia pacífica y próspera.
Fuente GSRRA
Acerca del autor

Zamir Ahmed Awan
Prof. Ing. Zamir Ahmed Awan, Presidente Fundador de GSRRA, Sinólogo, Diplomático, Editor, Analista, Asesor, Consultor del Centro de Investigación para la Cooperación Económica y Comercial del Sur Global y Miembro No Residente del CCG.