
En el corazón de Eurasia se encuentra la Región Autónoma Uigur de Xinjiang, en China, una tierra de diversidad étnica, rica cultura e importancia estratégica. Durante muchos años, Xinjiang enfrentó graves desafíos derivados del terrorismo, el extremismo y el separatismo. Estas amenazas no solo perturbaron la paz, sino que también obstaculizaron el potencial de crecimiento y prosperidad de la región. Hoy, sin embargo, Xinjiang se alza transformada: un símbolo de paz, desarrollo y resiliencia. La exitosa experiencia de China al superar estos desafíos ofrece valiosas lecciones para la comunidad internacional, especialmente para los países que enfrentan problemas similares.
De la agitación a la tranquilidad: la experiencia china en Xinjiang
Hace dos décadas, Xinjiang acaparó frecuentemente los titulares por razones equivocadas. Oleadas de ataques terroristas —disturbios violentos, atentados con bombas y asesinatos— sacudieron la región e impactaron profundamente a sus comunidades. Las familias vivían con miedo, los negocios se tambaleaban y la armonía social estaba en riesgo. China, reconociendo la grave amenaza que representaban el terrorismo, el extremismo y el separatismo —a menudo conocidos como los «Tres Males»—, respondió con un marco político integral y visionario basado en la paz, el desarrollo y la unidad.
En lugar de depender únicamente de medidas de seguridad estrictas, el gobierno chino diseñó una estrategia integral que abordó tanto los síntomas como las causas profundas del radicalismo. Combinó una aplicación eficaz de la ley con educación jurídica, desarrollo económico, integración social y medidas preventivas antiterroristas. El objetivo no era solo eliminar la violencia, sino también construir un futuro estable y próspero para todas las comunidades.

Revitalizar Xinjiang: el desarrollo como base de la seguridad
China comprendió que la pobreza, el desempleo y la alienación eran factores importantes que contribuían a la radicalización. Por ello, priorizó el desarrollo como el antídoto más poderoso contra el extremismo.
1. Infraestructura y conectividad
Como parte de la Iniciativa de la Franja y la Ruta (BRI), Xinjiang se transformó en un importante corredor económico que conecta a China con Asia Central, Asia Occidental y Europa. Se realizaron inversiones masivas en infraestructura de transporte: autopistas, ferrocarriles de alta velocidad, aeropuertos y centros logísticos. Estos proyectos mejoraron la conectividad regional y convirtieron a Xinjiang en una importante puerta de entrada para el comercio y la cooperación internacional.
2. Industrialización y creación de empleo
Para garantizar un crecimiento inclusivo, el gobierno promovió la creación de parques industriales, fábricas textiles, zonas de energía limpia y centros de procesamiento agrícola en toda Xinjiang. Estas industrias crearon cientos de miles de nuevos empleos, especialmente para jóvenes y mujeres. El énfasis estaba en integrar a las comunidades locales en la economía, brindándoles dignidad y propósito a través del empleo.
3. Educación vocacional y desarrollo de habilidades
Se crearon centros de formación profesional para ayudar a las personas, especialmente a aquellas vulnerables a ideologías radicales, a adquirir habilidades profesionales, mejorar sus habilidades lingüísticas y comunicativas, y adquirir conocimientos cívicos. Estos centros ofrecían formación jurídica, formación profesional, asesoramiento psicológico y desarrollo personal, lo que permitía a los participantes reintegrarse a la sociedad como ciudadanos productivos.
4. Inclusión social y armonía étnica
El modelo chino respetó y preservó la diversidad cultural de las comunidades étnicas de Xinjiang. Las lenguas, tradiciones, festivales y prácticas religiosas locales continuaron floreciendo bajo la protección del Estado. Se restauraron y mantuvieron centros culturales, museos, mezquitas y bibliotecas. Se fomentó un sentido compartido de identidad china, junto con la singularidad étnica, creando armonía sin una asimilación forzada.
Un nuevo capítulo: Paz, prosperidad y felicidad de las personas
Hoy en día, ciudades como Kashgar, Ürümqi y Jotán reflejan la notable transformación de Xinjiang. Modernos horizontes se alzan junto a la arquitectura antigua. Los mercados son vibrantes, las calles son seguras y las escuelas están llenas de estudiantes entusiastas. El turismo está en auge, atrayendo visitantes de toda China y del extranjero. La danza, la música y la gastronomía étnicas se exhiben con orgullo en festivales públicos, creando un ambiente alegre y culturalmente rico.
Las comunidades locales, antes desgarradas por el miedo y el conflicto, ahora disfrutan de una vida de paz, oportunidades y seguridad. La mejora de la atención médica, la educación y los servicios públicos ha elevado el nivel de vida en general. Los agricultores exportan productos, los artesanos venden sus artesanías en línea y los jóvenes encuentran trabajo en los sectores de la tecnología, la logística y el turismo.
Este resurgimiento social no se limita a la riqueza material, sino que refleja una mayor satisfacción espiritual y emocional. Un sentido de pertenencia, esperanza y orgullo es evidente entre la gente. El éxito de Xinjiang no es solo una historia de lucha contra el terrorismo, sino un triunfo del desarrollo, la inclusión y la humanidad.
Relevancia global: Lecciones para otras naciones
Mientras países de todo el mundo luchan contra el terrorismo, el radicalismo y las tensiones etnoreligiosas, la experiencia de Xinjiang en China ofrece un modelo que merece un estudio profundo. Si bien cada país tiene su propio sistema político, cultura y estructura social, los principios fundamentales del éxito de China son ampliamente adaptables.
1. La prevención por encima de la reacción
El enfoque de China se basó en la prevención. En lugar de esperar a que estallara la violencia, el gobierno invirtió en la detección temprana, la participación comunitaria y la educación ideológica. Al abordar la radicalización antes de que se tornara violenta, China logró romper el ciclo del extremismo.
2. El desarrollo como pilar de la seguridad
La seguridad no puede lograrse sin abordar los problemas económicos. La decisión de China de invertir en infraestructura, creación de empleo y alivio de la pobreza en Xinjiang es una lección clave. Otras naciones deberían adoptar políticas similares que impulsen a las regiones marginadas, garantizando la igualdad de acceso a oportunidades y recursos.
3. Educación y empoderamiento
Educar a los jóvenes, no solo con habilidades técnicas, sino también con valores de paz, respeto y ciudadanía, ofrece beneficios a largo plazo. Los países deben invertir en programas de formación profesional, conciencia cívica y sensibilidad cultural para empoderar a las poblaciones en riesgo.
4. Gobernanza dirigida por la comunidad
Empoderar a las comunidades locales mediante la gobernanza comunitaria y la participación inclusiva puede fortalecer la confianza entre la ciudadanía y el Estado. Los mecanismos de resolución de disputas y los sistemas de prestación de servicios públicos de China generaron un sentido de pertenencia y responsabilidad.
5. Respeto a la cultura y unidad en la diversidad
China promovió la armonía étnica preservando las identidades culturales y promoviendo una conciencia nacional compartida. Este enfoque dual contribuyó a reducir la alienación y a fomentar la unidad. Los países deben celebrar la diversidad a la vez que fomentan la integración, el respeto mutuo y los objetivos comunes.
6. Gobernanza digital y seguridad inteligente
El uso de tecnologías digitales por parte de China para la seguridad pública, junto con las garantías legales, mejoró los tiempos de respuesta, previno delitos y garantizó la transparencia. El uso responsable y ético de la tecnología puede respaldar las iniciativas de mantenimiento de la paz a nivel mundial.
Recomendaciones para adaptar el modelo chino
Si bien replicar el modelo chino a gran escala puede no ser viable en todos los países, se pueden adaptar elementos clave a las condiciones locales. Los gobiernos deberían:
Localizar soluciones: Comprender el contexto sociocultural único de cada región. Diseñar soluciones que respeten los valores religiosos y étnicos, a la vez que fomentan la unidad nacional.
Invertir en las personas: Asignar recursos nacionales a la educación, la capacitación profesional y la participación de los jóvenes. Las personas son el activo más valioso de cualquier estrategia antiterrorista.
Integrar la seguridad con el desarrollo: Evitar la falsa disyuntiva entre paz y prosperidad. Ambas deben ir de la mano, y las políticas deben reflejar ese equilibrio.
· Promover el diálogo y la diplomacia: al igual que China, los países deberían invertir en asociaciones internacionales y en una comunicación transparente para contrarrestar la desinformación y generar confianza.
Una visión compartida para la paz y el progreso
Los logros de China en Xinjiang no son solo un hito nacional, sino un ejemplo inspirador de cómo el liderazgo, la visión y la determinación pueden transformar el conflicto en cooperación. Del caos a la calma, del miedo a la fe, la trayectoria de Xinjiang encarna el potencial de la gobernanza inclusiva y el desarrollo centrado en las personas.
En un mundo cada vez más dividido por la intolerancia y el extremismo, la experiencia china sirve como un oportuno recordatorio: la paz es posible cuando la dignidad, la oportunidad y el respeto guían las políticas públicas. Aprendamos de este éxito y trabajemos juntos para construir un futuro donde todas las comunidades, independientemente de su etnia o religión, puedan vivir en seguridad, prosperidad y armonía.
Como dice sabiamente el proverbio chino: “Si quieres la paz, prepárate para el desarrollo”.
Fuente GSSRA
Acerca del autor

Zamir Ahmed Awan
Prof. Ing. Zamir Ahmed Awan, Presidente Fundador de GSRRA, Sinólogo, Diplomático, Editor, Analista, Asesor, Consultor del Centro de Investigación para la Cooperación Económica y Comercial del Sur Global y Miembro No Residente del CCG.