No derrotas, pero si alguna sorpresa en las elecciones indias, finalmente y como se esperaba, Narendra Modi, fue electo, por tercera vez consecutiva, Primer Ministro de India. Aunque ha sido una victoria, con cierto sabor a decepción, ya que la Alianza Democrática Nacional (NDA) encabezada por el partido de Modi, el Bharatiya Janata Party, (BJP), perdido su mayoría en el Lok Sabha, la cámara baja del Parlamento, constituida por 543 escaños, donde la NDA, perdió 63, por lo que, en el próximo mandato, que comienza este día ocho, tendrá que conformarse con manejar 240, un papelón, si se considera que el Primer Ministro, junto a toda su alianza, había esgrimido en cada acto de campaña la consigna: A bki baar, 400 Par, esta vez, más de 400… bancas.
A pesar de que una encuesta de febrero pasado el 75 por ciento de los ciudadanos, había aprobado su gobierno, fueron significativas las derrotas que el BJP, sufrió, en lo que se conoce como el “corazón hindi”, los estados de Uttar Pradesh, Bihar, Madhya Pradesh, Gujarat, Rajasthan, Chhattisgarh, Haryana y Delhi. Tales perdidas, hará más lento el peligroso proceso de las reformas constitucionales, con las que Modi, pretende convertir a India en una teocracia.
Los resultados del cuatro de junio, ha sido un importante cimbronazo en la carrera política de Modi, que, desde su llegada a cargos claves, como al de Ministro Principal (gobernador) de la provincia de Gujarat, donde gobernó desde 2000-2014, su carrera se ha mantenido en un constante ascenso, lo que le ha permitido desplegar medidas económicas, que han llevado a India, con 1.400 millones de habitantes, a convertirse en una potencia económica mundial.
Si bien Modi, ha cambiado el perfil de India, confirmándola como potencia en el campo de la informática, e incluso, haciéndola ingresar en la carrera espacial; a lo que hay que sumarle grandes inversiones en infraestructura, autopistas, carreteras de peaje y puentes, trenes más rápidos, modernización de aeropuertos, más universidades, hospitales expansión de las líneas de subterráneos, edificios de lujo y grandes centros comerciales, desperdigados, por todas las grandes ciudades de la Madre India. Aunque todas estas concreciones, han tenido prácticamente un único destinatario: los sectores más privilegiados económicamente, gran burguesía y la clase media alta.
Para el resto de la población, estos logros de la nueva India, han llegado a cuentas gotas, o directamente no les han llegado, por los que muchos sectores, se han mantenido sumergido en la pobreza extrema, y cuando en India se habla de sectores, siempre se habla de cientos de millones.
Tanto en las áreas urbanas, como en las rurales, en estos últimos años: la carestía de productos básicos, la desocupación, la falta de educación, un sistema de salud precario, el atraso en métodos de producción agrícola y principalmente la falta de atención a la crisis climática, de la que si bien, el gobierno no es el absoluto responsable, no ha hecho nada para enfrentarla, por eso es que a lo largo de los cuarenta días del proceso eleccionario, la gente ha debido esperar horas, para votar, con temperaturas que sobrepasaron los cuarenta grados, llegando en Nueva Delhi, al registrarse 49.9 centígrados.
Otro de los factores desencadenantes para la pérdida votos, a pesar de que el BJP, sigue siendo el más grande del mundo con 180 millones de militantes, ha sido su discurso anti islámico, poniendo a la comunidad musulmana unos 220 millones de fieles, constantemente en la picota, generando infinidad de incidentes violentos en el periodo 2019-2024.
Exacerbando los conceptos del supremacismo hindú, conocido como el Hindutva, que Modi, ha usado hasta el hartazgo, poniendo la cuestión religiosa, como el pívot y no solo de esta campaña política, sino como fórmula para gobernar a lo largo de toda su carrera, inyectado, con su discurso, grandes dosis de odio a todo aquel que no responda a su ideal hindú que se tradujeron en violentos disturbios, que han dejado miles de muertos y grandes daños materiales.
Quizás en ese hartazgo, este muy bien simbolizado en la derrota que sufrió en la localidad de Faizabad, de la ciudad de Ayodhya, en el estado de Uttar Pradesh, donde Modi, mando a construir a un costo cercano a los 250 millones de dólares, un monumental templo, al que aspira a convertir en epicentro de la religiosidad hindú, el que muchos compararon con el Vaticano cristiano o la Meca, musulmana.
Para la inauguración del Mandir (templo) dedicando al principal dios de la mitología hindú, Rama, levantado sobre las ruinas de la mezquita de Babri del siglo XVI, a la que una turba de fanáticos hindúes, había demolido en 1992, Modi organizó un acto, claramente inscripto en la campaña electoral, sobreactuando, de una manera patética: como único protagonista de la ceremonia, a la que presentó totalmente vestido de blanco, descalzo, recorriendo solo, su interior, en estado de éxtasis, lo que muchos consideraron su voluntad de entronizarse como un nuevo Dios. Al finalizar la puesta en escena, Modi, calificó el acto: como el comienzo de una nueva era. Lo que se entendió claramente como el comienzo, del fin de secularidad india. (Ver: India, una divinidad llamada Modi.)
En cambio, la coalición opositora, Alianza Inclusiva de Desarrollo Nacional de India (INDIA), encabezada por el Partido del Congreso Nacional Indio, (PCNI, por sus siglas en inglés), del clan Nehru-Gandhi, obtuvo cerca de 230 escaños, una cifra mucho mayor a lo que habían señalado las encuestas, por lo que, Mallikarjun Kharge, presidente del PCNI, definió los resultados como: “de una derrota política y moral”.
El voto musulmán
Términos como “infiltrados” o “como aquellos que tienen más hijos” para referirse eufemísticamente a la comunidad musulmana, las acciones perpetradas por el Rashtriya Swayamsevak Sangh o RSS (Asociación de Voluntarios Nacionales), el grupo de choque del BJP, utilizado en los pogroms, que muchos creen, organizados por el propio ministro del interior, Amit Shah, la mano ultraderecha de Modi, desde hace cuarenta años. Son solo el envoltorio de las políticas que el Primer Ministro, ejecuta, contra la principal minoría religiosa de India y muchas leyes ya en vigencia como la promulgación de la enmienda a la Ley de Ciudadanía (CAA) de 2019 o la quita de autonomía a Cachemira, entre otras normativas, ya no solo a nivel federal, sino de otras muchos estaduales, en con el fin de acorralar a los seguidores del Corán, han generado que esta elección los votos fueran en defensa propia, lo que indudablemente fue hacia el bloque INDIA.
Esta ha sido la primera elección, desde 1952, cuando los musulmanes indios votaron en masa al Primer Ministro, Jawaharlal Nehru, del Partido del Congreso, para impedir una victoria del Partido Comunista de la India (CPI), que esta comunidad no vota representantes propios. Sin duda, para ellos, y el resto de las minorías religiosas, sijs, y cristianos, entre las más numerosas, era importante contener a Modi, por lo menos en el Lok Sabha.
Por lo que a pesar de que no siempre en los discursos de los candidatos de la oposición han sido considerados e incluso hubo referencias difamatorias, el voto musulmán no se desperdigó.
Antiguos códigos religiosos, profundamente reaccionario, para muchísimos altos jefes del gobierno nacional, empezado por el propio Modi, que no deja elogiar e idolatrar, como también funcionarios de los gobiernos estaduales y dentro de las fuerzas armadas, como el Manusmriti, conocidas también como “las leyes de Manu” tan veneradas, por el hinduismo como los propios Vedas, pretenden seguir teniendo vigencia de ley.
En este contexto y a pesar de los resultados electorales, Modi, a quien le queda cinco años por delante de gobierno, y como lo hizo durante toda su carrera política, de ninguna manera se contentará con lo conseguido y más cuando muchos insisten que, tras los resultados, conocidos el cuatro de junio, ha perdido su aura de invencibilidad. Sin duda, ahora, más que nunca, objetivará todos sus esfuerzos, para seguir avanzando hacia la supremacía religiosa, al costo de miles de vidas de su pueblo, a pesar de que a partir de ahora es un Dios herido.