Cada día en Gaza, Cisjordania y Líbano, cientos de personas son masacradas. En un contexto en que los medios occidentales continúan llamando a esto, “La guerra entre Israel y Hamás”, “La guerra entre Israel y Hezbollah”, como si todos esos miles de muertos fueran terroristas.
Si bien el lugar común nunca deja de ser una muleta de acceso fácil, también, siempre es una certeza, y en este caso inapelable: No importa cuando usted esté leyendo esto, o haciendo cualquier otra cosa: Israel está matando.
Cómo quedó claro desde el primer momento, para el Líbano, tiene trazada exactamente la misma hoja de ruta que tuvo para Palestina, sea Gaza o Cisjordania, la aniquilación total de su población, dándoles una sola oportunidad de sobrevivencia: huyan, dejen las tierras que les pertenecen desde el principio de los tiempos y nunca más regresen.
Benjamín Netanyahu está borracho de sangre, otro lugar común, pero otra verdad inapelable, y no va a detener su ofensiva hasta que de por asegurados sus objetivos prioritarios, terminar de ocupar Palestina y destruir y ocupar Líbano, donde incluso no ha evitado atacar ya en tres oportunidades posiciones de la Fuerza Provisional de las Naciones Unidas en el Líbano (FPNUL).
Una vez asegurado Líbano, si le fuera posible ahora, su voluntad es avanzar contra Siria. Y si no, esperará Netanyahu o quien lo suceda, porque nunca, desde 1948, Israel, se ha visto tan cerca de concretar la creación del Gran Israel, por lo que dispongámonos a continuar asistiendo mansamente a ver la destrucción de una gran parte del Medio Oriente, como lo conocemos.
A no ser que las naciones árabes reaccionen, aunque quizás ya sea irremediablemente tarde, para conformar una fuerza que al menos consiga contener el ansia homicida del sionismo en Medio Oriente.
El Primer Ministro judío, que hace un año está jugando al teléfono descompuesto con toda la administración Biden, que, por un lado, le “exige” que detenga el genocidio y que comenzó el ocho de octubre, aunque, por otro lado, continúa enviándole armas y financiamiento, sabe que es muy difícil que, de triunfar Kamala Harris, ese teléfono se repare, por lo que podrá continuar su campaña de exterminio, haciendo que no oye, y mucho más fácil le será, si la victoria es de su amigo el expresidente Donald Trump, lo que hará para Israel un camino todavía mucho más rápido y seguro.
Al tiempo que Turquía y Egipto se siguen mirando el ombligo, quizás esperando, a un costo inimaginable, que este contexto sirva para destruir Irán, y todas las resistencias chiíes, lo que tarde o temprano pagarán tanto el Rais como el Califa, porque nada les asegura que este nuevo dibujo del mapa de Medio Oriente no los vaya a afectar.
Mientras tanto, y cada día en Gaza, Cisjordania y Líbano, cientos de personas son masacradas. En un contexto en que los medios occidentales continúan llamando a esto, “La guerra entre Israel y Hamás”, “La guerra entre Israel y Hezbollah”, como si todos esos miles de muertos fueran terroristas, como si cada uno de los catorce mil niños masacrados en este último año en Gaza fueran fedayines.
Israel, en todos estos años, si algo ha aprendido es que, de no exterminar a los pueblos a los que pretende quitarles sus tierras, la resistencia se va a extender generación tras generación, como sucede desde 1948, va a continuar, por lo que la información que llega desde aquellas dos naciones masacradas se confunde, al punto de parecer siempre la misma, repetida hasta la indignación. Un ataque de la aviación israelí mató…
Israel, que desde hace años prepara esta operación, no va a aceptar de ningún modo la imposición de un alto el fuego. Ha invertido mucho para llegar a esta situación después, como se sabe ahora. Lleva años infiltrada tanto en la inteligencia iraní como en la cúpula de Hezbollah, otra razón más para entender que la operación del siete de octubre del año pasado, Tormenta de al-Qasa, era conocida por la inteligencia sionista y la dejó hacer para tener la excusa de todo lo que le ha seguido desde el ocho de octubre del 2023.
Por lo que Tel-Aviv no busca de ningún modo una salida diplomática, sino la concreción del exterminio de ambas naciones. Lo que además logrará la conservación política de Netanyahu: esta guerra lo ha reafirmado en el poder, y ahora cuenta con todo el aval necesario a nivel interno para continuar sus campañas de ocupación y exterminio.
Aunque también sabe que, de no conseguir arrastrar a una guerra total a los Estados Unidos contra Irán, más allá que concrete esta primera fase de ocupaciones efectivas en Palestina y Líbano, encontrará el Teherán un foco permanente de conflicto. Porque los ayatolas conocen perfectamente cuál es la voluntad de Washington y Tel-Aviv, la caída de la Revolución Islámica, de cualquier manera, una guerra abierta, apoyada por los diversos grupos anti persas, fundamentalmente los beluchis como árabes, financiados por la CIA, el Mossad y por lo menos hasta hace muy poco tiempo por Arabia Saudita.
Una, dos, tres cúpulas de hierro
Si bien la información acerca de los daños causados por los fallos del sistema defensivo de intersección de misiles de Israel, conocido como “Cúpula de hierro”, en esta nueva faceta de la guerra se mantiene lejos de la prensa, particularmente contra objetivos militares, se ha conocido que dichos daños no han sido menores.
Estos ataques llegados en estas últimas semanas y en varias oportunidades desde Irán, Líbano, Gaza, Irak y Yemen, a pesar de la Cúpula, que además recibió el apoyo británico, no han sido del todo efectivos, por lo que Israel debe ya estar elaborando a toda marcha un nuevo plan para evitar más golpes a su sistema defensivo, que incluso ha golpeado ciudades del centro y norte del enclave sionista, por lo que las Cúpulas de Acero se tendrán que multiplicar, a un costo financiero, un desgaste político y un agotamiento social, muy difícil de sostener eternamente.
En la diplomacia, y particularmente en naciones tan serias como Irán y Rusia, ningún gesto, ni ningún movimiento se expresa sin la seguridad de que tendrá la contrapartida adecuada, por lo que ha sido muy positivo e importante para el país persa el reciente encuentro entre el presidente Vladímir Putin y su flamante par iraní Masoud Pezeshkian, en Ashjabad, la capital de Turkmenistán, en el marco del foro de “Interconexión de tiempos y civilizaciones, base de la paz y el desarrollo”. Donde además se acordó una nueva reunión entre ambos jefes de Estado, en la próxima cumbre de los BRICS, a realizarse entre los días 22 y 24 de este mes, en la ciudad rusa de Kazán, donde el presidente Pezeshkian, como ya lo expresó, planteará la concreción de un acuerdo de asociación estratégica con Moscú.
Todos gestos qué si bien nunca son menores, muchos menos, los son ahora cuando Irán está en pie de guerra con Israel, ergo con los Estados Unidos, por lo que si bien el acercamiento entre Moscú y Teherán, que se comenzó a fraguar a partir de 2013 con la intervención en Siria en apoyo del presidente Bashar al-Asad, tras la invasión de miles de terroristas financiados por los Estados Unidos y fundamentalmente Qatar, podríamos inferir que con el encuentro de Ashjabad y el ya anunciado a realizarse en Kazán en dos semanas más, el apoyo de Rusia a Irán ha sido blanqueado, por lo que el régimen sionista, tendrán que medir muy bien la forma y la magnitud de su respuesta a Irán, por los ataques del primero de octubre, si no quiere tener que vivir en un eterno ocho de octubre.
Guadi Calvo
Escritor, periodista y analista internacional especializado en África, Medio Oriente y Asia Central.